BUSCANDO A SARAH DESESPERADAMENTE

* NOTA DE LA AUTORA:

Este artículo fue publicado por primera vez el 03/12/13 en el blog Life Is a Mix-Tape, cuya autoría corresponde a la misma persona que gestiona Afterpop, pero con algunos años más. El motivo por el que recupero este texto es una cuestión personal. La época en la que lo realicé simboliza la batalla contra la desidia que provocó un crecimiento en el número de desempleados, entre los que me encontraba yo.  También soy responsable de la dirección y el guión del vídeo que aparece al fina, «The Day Sarah broke up our hearts», que fue usado como un teaser en redes sociales.

 

Jóvenes desengañados, un gobierno hostil y una nación que se declara en peligro. Podría ser la España actual, pero era la Gran Bretaña de los 80. En aquel universo, en plena efervescencia, sólo podían surgir propuestas artísticas irrepetibles. Una de ellas fue la discográfica indie Sarah Records, obra de Clare Wadd y Matt Haynes. Abiertamente socialista y anti sexista, Sarah peleó por su credibilidad. Su primera biografía y un documental, ambos por ver la luz, tratarán de detallar la breve historia del sello de Bristol.

 

“…Porque cuando tenías 19 años, ¿no hubieras querido crear algo bonito y puro, hasta que un día pudieras prenderle fuego, y luego ver la ciudad iluminarse mientras arde?”

 

Así empezaba ‘A Day For Destroying Things’, el manifiesto que ponía fin a la creación de Sarah Records. Fue publicado en dos revistas británicas. “Nos encantaba la idea de que un lector habitual de NME y Melody Maker se encontrara con este anuncio, y pensara: ¿Qué es esto? ¿Es ésta la misma Sarah Records de la que nos reíamos? ¿Ha estado NME mintiéndonos? Y quizás, sólo quizás, sentirse inspirado leyendo estas palabras…”, confiesa a nuetro blog vía email uno de sus fundadores, Matt Haynes. Sus lanzamientos apenas recibieron críticas por parte de los medios de su país y, cuando lo hicieron, era para “mofarse o ser etiquetados de cursis o chiflados”, se queja Haynes. Paradójicamente, hoy en día, NME publica artículos en los que sitúa a Sarah entre los grandes sellos independientes.

 

Aquella prensa parecía tener problemas a la hora de tomarse en serio que una discográfica tuviese por nombre el de una chica. “Grupos como Primal Scream, empezaron a vestir pantalones de piel, a hablar sobre rock´n´roll y gruopies. Era algo patético. No queríamos formar parte de ese mundo. Y probablemente sufrimos el resultado, porque los periodistas – hombres- preferían quedar con Bobby Gillespie para tomar drogas y jugar a ser los Rolling Stones…”, cuenta Haynes. Por el contrario, Sarah se desmarcó de la imagen machista a la que el rock ha sucumbido toda la vida. Impusieron como una de sus reglas no colocar a ninguna mujer en las portadas de sus discos.

 

 

Las mujeres apenas eran – y aún son – reconocidas en el panorama independiente, especialmente en los cargos de dirección. Clare Wadd, cofundadora de Sarah junto a Haynes, se sentía indignada por el rol que se les ha asignado siempre a las mujeres: siempre relegadas a un segundo plano. En el fanzine Lemonade, desbarató la actitud de los chicos que escribían en fanzines dirigidas a chicos hablando sobre chicas:

 

“Y ella ni siquiera SONREÍA… Pero eso es probablemente porque seguías parloteando sobre campos, árboles y estrellas cuando todo lo que ella quería era un buen POLVO.”

 

También intentaron derribar la palabra girlie (de nenas) del indie pop los grupos de la cantera de Sarah. Títulos como ‘Sensitive’, de The Field Mice, trataban de redefinir la masculinidad y equilibrar el papel de ambos sexos en la escena:

 

Mis sentimientos se dañan fácilmente

Ese es el precio que pago             

El precio que tengo que pagar

Por apreciar la belleza que ellos están matando

 

“Ninguna de nuestras bandas se avergonzaban de ser emocionales u honestas en sus letras”, confirma Haynes. Y eso era lo que realmente unía a sus grupos. Porque aunque se ha hablado de un estilo típicamente Sarah, lo cierto es que desde los retazos grunge de Boyracer hasta las composiciones chamber pop de Brighter, pasando por las influencias shoegaze de Secret Shine, existieron una amplia variedad de sonidos. En oposición al punk de los70, el indie pop de los 80 y 90 usó formulas basadas en la intimidad, la vulnerabilidad y la ausencia de pretenciosidad. Aquellos bandas crearon melodías que esculpieron el romance moderno, como por ejemplo, ‘I´m In Love With A Girl Who Doesn´t Know I Exist’, un tema de Another Sunny Day.

 

El sexismo no fue el único desafío. Antes de concebir a Sarah, en 1987, Wadd y Haynes llevaban algún tiempo atacando la doble moral de la industria musical independiente. “Nos molestaba la manera en la que, a menudo, la gente no establecía una conexión entre sus creencias políticas públicas y sus acciones en el plano personal: ofrecían largas entrevistas atacando a Thatcher y al capitalismo, pero luego lanzaban su próximo single en dos formatos con distintas caras B, y una edición doble de lujo. De esa manera, sus fans tenían que comprar dos veces el mismo disco. ¡La peor cara del capitalismo!”, recuerda Matt Haynes. Pertenecían al partido laborista, y su intención fue la de trasladar sus ideales socialistas a la hora de dirigir Sarah. Por eso eligieron el sencillo de 7’’. Con él, se oponían al consumismo que fomentaba el resto de las discográficas con el formato de 12’’. Al fin y al cabo, en lo que siempre creyeron fue en una canción que tuviera la capacidad de llamar nuestra atención durante apenas tres minutos de nuestra vida.

 

 

A pesar de todo, Sarah continúa siendo casi una desconocida. “La razón por la que su historia resulta tan fascinante es porque ha sido escasamente documentada: apenas hay vídeos, imágenes o entrevistas. Ese misterio no existiría si hubiese habido internet entonces”, sostiene Michael White, un periodista canadiense, autor de la que será la primera biografía autorizada de Sarah Records y a quien también pudimos entrevistar vía telemática. El proyecto está siendo financiado por él mismo, a excepción de una campaña de recogida de fondos, lanzada el pasado año, para poder costearse un viaje al Reino Unido. “Sólo pretendía conseguir 1800 dólares, pero alcancé los 2000. ¡Alguien en Alemania donó 800 dólares!”, explica White. Su autor prevé la publicación del libro para comienzos de 2015.

 

 

A esas ganas de hacer justicia, se suma Lucy Dawkins, que dirige el documental ‘My Secret World: The Story of Sarah Records’ . La realizadora nos comenta por correo electrónico que en Bristol, famosa por la escena trip-hop, drum & bass y reggae, “apenas se mencionaba a la discográfica como parte de la historia musical de la ciudad y, sentía que era necesario volver a colocarla en el mapa de la música”. En ese documental, además de cientos de fans, colaboran miembros de los grupos que fueron fichados por Sarah como Paul Stewart de Blueboy o Amelia Fletcher de Heavenly; y otras formaciones, que han reconocido la influencia del sello en su música, como The Drums o The Pains Of Being Pure At Heart. También cuenta con los testimonios de los periodistas musicales de la talla de Everett True o el crítico de The Guardian, Alexis Petridis, quien explicaba a Dawkins en una entrevista que “la música que te gusta cuando tienes 17 o 18 años es la que va a permanecer contigo para siempre. Todo sentimiento es más profundo a esa edad. El mundo es una clase de tecnicolor supersaturado y la música significa mucho más.”

 

*  Actualmente, el documental «My Secret World : The Story of Sarah Records» puede verse en la plataforma Filmin.

 

 

El 25 de agosto de 1995, Sarah Records se despedía de todos, incluso de aquellos que aún no la conocían. Dejaba un legado de 34 grupos, 100 singles, 30 LPs, 9 recopilatorios y una legión de incondicionales incapaces del olvidarla. Con ella se esfumaba una versión auténtica del romanticismo del siglo XX: la impresión de que todo es efímero.

 

“El primer acto de revolución es la destrucción, y lo primero que hay que destruir es el pasado. Da miedo. Como estar enamorado. Nos recuerda que estamos vivos” Terminaba diciendo la última carta de Sarah, ‘A Day For Destroying Things’.

 

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Audiovisuales, Reportaje
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