NICK CAVE:

LO FASCINANTE DEL VACÍO

 

El 23 de julio se emitió online un concierto de Nick Cave que había sido rodado en junio en el Alexandra Palace de Londres. El artista aparece solamente acompañado de un piano. Este evento no solo es un signo de los nuevos tiempos, casi un hito histórico en la concepción que tenemos de la música en vivo. Porque no nos engañemos: la pandemia finalizará, pero es muy probable que este tipo de recitales permanezca.

 

La primera vez – y la única- que fui al Alexandra Palace me sentí abrumada por sus dimensiones. Su interior estaba prácticamente desnudo y la estancia contaba con lo justo para alojar un concierto; sin grandes artificios. Aquel lugar me daba frío, pero me resultaba increíblemente hipnótico. No resulta extraño que Nick Cave lo eligiese para ponerle música a la desolación del confinamiento.

 

 

Idiot prayer: Nick Cave alone at Alexandra Palace (2020) está compuesto por 21 temas que recorren la carrera del artista – a excepción de uno nuevo, Euthanasia”, que estrena en este álbum-. Pero, sin duda, es mucho más que eso: es una reflexión, un diario personal, un relato descarnado de toda una vida. De allí brotan el dolor, la ira y también la esperanza. Los últimos años de Cave han estado marcados por la tragedia; su hijo falleció en 2015.

 

 

Si en su último disco, Ghosteen (2019) sustituía al piano por loops y elementos ambientales, en esta ocasión, no solo lo recupera sino que le da protagonismo absoluto. Porque, ¿qué es Nick Cave sin su piano? En su voz se nota el paso de los años y con ello no me refiero a la madurez sino a la lucidez que concede el tiempo. Las canciones adquieren una dimensión hasta entonces desconocida. Confieso que en la primera escucha me costó reconocer en “Sad Waters” el tema de 1986. No suena tan evocadora como la versión original.

 

No resulta extraño que, de su extenso catálogo, la mayoría de las canciones seleccionadas pertenezcan a The Boatman´s Call, uno de sus álbumes más contemplativos. Tampoco sorprende “The Mercy Seat”, que no falla en ningún directo y que al piano suena aún más inquietante.

 

En muchos casos, me parece un verdadero acierto, como “Spinning Song”, el tema con el que abre el disco. En su anterior álbum era como una invitación al esoterismo. En Idiot Prayer la convierte en una elegía, cambia la estrofa del final (adaptándola a los tiempos de la COVID-19) y la música – la única sin piano – suena ligeramente. Da igual; es suficiente para establecer una profunda conexión con el público que tuviese la oportunidad de ver el concierto en streaming. Por supuesto, no hablamos de los directos en casa “a las bravas”, en muchos casos, durante el confinamiento, que consiguieron amenizar más de una velada online. El Idiot Prayer de Cave sin sus Bad Seeds cuenta con una realización impecable y eso ayuda, mucho.

 

 

Todo ello a pesar de no poder sentir “el frenesí del amor comunal, la religión, el glorioso intercambio de los fluidos corporales…”, señala el artista en uno de los últimos posts de su blog, “The Red Hand Files”, en el que contesta cualquier ocurrencia que le planteen alguno de sus fans. Él lo echa de menos, todos echamos de menos esa excitación que provoca la música en directo y que, al menos en mi caso, soy incapaz de comparar con casi nada.

 

El concierto tradicional regresará. Sin embargo, tendrá que convivir con las nuevas fórmulas que se han ido multiplicando forzadas por la necesidad. Plataformas como Digitalfep, Dice o Noonchorus son solo algunos ejemplos de lo que ha cambiado todo en tan solo unos meses y de lo mucho que va a cambiar.

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Crítica
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