MOLCHAT DOMA: el futuro no era esto

 

¿Cómo hubiera sido el futuro si la posmodernidad no lo hubiese anulado? Quizás sonaría como Молчат Дома (Molchat Doma), una banda bielorrusa de post-punk: siniestro, industrial y duele. Empezó a saborear el éxito por los memes en TikTok y por obra de los algoritmos poco antes del ‘maldito’ 2020. En noviembre publicaron su tercer trabajo, Monument, con el que dejan entrever que el pasado aún sigue vivo.

 

Fueron decenas de adolescentes, enganchados a Tik-Tok, los primeros en mostrar interés por aquellos ritmos bailables, sí; pero sórdidos y desesperados también, puro legado de Joy Division o Depeche Mode. Los tiktokers que hicieron virales a Molchat Doma (‘Casas en silencio´) tienden a idealizar la era soviética de la que formó parte Bielorrusia. Debe de resultar exótico a quienes no han vivido una experiencia similar. Sin embargo, su cantante, Egor Shkutko, en una entrevista no se mojó demasiado – puede que para no comprometer su seguridad – pero sentenció: “Estamos jodidos.”

 

Bielorrusia perteneció a la URSS hasta que se desintegró en 1991. Casi desde entonces el país está intentando liberarse de los grilletes de su pasado comunista. Alexander Lukashenko ha gobernado el país con mano de hierro durante 26 años. En las elecciones de agosto de 2020 fue acusado de fraude, lo que derivó en una movilización insólita. Las protestas ciudadanas, aun hoy, están lejos de desinflarse; a pesar de las represalias habituales y la purga a quienes se oponen al líder bielorruso. El trío de Minsk no puede evitar de dónde viene y deja constancia en la atmosfera que recrea para cada una de sus temas.

  

Monument es mucho más que una colección de melodías synth- pop, que bebe de la new wave ochentera de OMD, Siouxsie and the Banshees o Bauhaus. Contra una base rítmica barroca y simple cargan la guitarra y los sintetizadores de Roman Komogortsev y Pavel Kozlov para iluminarnos el camino. Y para completar el círculo, la voz espectral de Shkutko, a veces monótona, a veces desesperada. Molchat Doma, se consolida a nivel internacional con un disco más sofisticado que sus dos trabajos previos, S krysh nashikh domov (2017) y Etazhi (2018). Y no es para menos porque esta vez lo hacen bajo el sello estadounidense, Sacred Bones.

 

 

Un paso más para sumergirse en la mente de sus creadores es colocarse frente a la portada del álbum. En todos sus discos aparecen edificios brutalistas, muy propios de los países comunistas europeos. En Monument lo llevan al límite: se trata de una reproducción dramática del Monumento del Partido de los Trabajadores en Pionyang (Corea del Norte) – también conocido como ‘La ciudad perdida’ – presidido por un martillo, una hoz y un pincel, símbolos del partido norcoreano. Con la banda bielorrusa, el misterio siempre está asegurado.

 

 

 

 

“Utonut” (“Ahogado”) es el tema que abre el disco. Comienza con una sirena antinuclear que, inevitablemente, hace pensar en el accidente nuclear de Chernóbil en 1986 – Bielorrusia fue uno de los países más afectados-. La narrativa sonora se va construyendo poco a poco generando una tensión casi erótica. “Obrechen” (“Condenado”) tiene influencias de Kino, uno de los grupos soviéticos de rock más importantes; es como una anestesia antes de entrar a la pista de baile. “Discoteque”, un tema compuesto durante el confinamiento, es un guiño a los New Order de los 80. En el videoclip aparecen grandes figuras del comunismo ruso – Stalin, Lenin o Trotsky- entre luces de neón en un local clandestino en mitad de una ciudad vacía.

 

 

 

 

En “Ne Smesho” (“No es divertido”) la voz de Shkutko acaba volviéndose violenta hasta dar miedo. Es curioso el parecido que guarda el vídeo con Anima, el corto de Paul Thomas Anderson y Thom Yorke protagonizado por seres alienados sin rumbo.

 

 

 

 

“Otveta Net” (“Sin respuesta”) y “Zvezdy” (“Estrellas”) se perfilan como dos cantos desesperados el desamor.

 

 

 

 

“Udailil Tvoy Nomer” (“Borré tu número”) de ritmos enfocados a bailar sin perder sensibilidad melódica, justo como nos ocurre cuando escuchamos a OMD. “Leningradskiy Blues” (“Blues de Leningrado”) es una canción extraña, la más limpia del disco, quizás demasiado. “Lubit I Vypolnyat” (“Amar para lograr”) con un riff que se deshace por olvidar aquello de lo que es incapaz, como lo es su propio pasado. Aunque Monument no es sino el anhelo de un futuro que nunca llegó.

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Crítica
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